La forma de mirar rostros de la persona con autismo y su efecto en la sociabilidad

Cada vez que miramos un rostro, tomamos una gran cantidad de información sin  esfuerzo: la edad, el género, la raza, la expresión, la dirección de la mirada del sujeto e incluso su estado de ánimo. Los rostros nos atraen y nos ayudan a entender las relaciones y el mundo que nos rodea.

¿Cómo el cerebro hace esto? Aún es un misterio. Comprender cómo funciona el reconocimiento facial tiene un gran valor, quizás especialmente para aquellos cuyos cerebros procesan la información de manera que el contacto visual sea un desafío, incluidas las personas con autismo. Ayudar a las personas a aprovechar este flujo de señales sociales podría ser transformador.

Una inclinación de cabeza conlleva a que las personas miren más a los ojos, tal vez porque los hace más accesibles y menos intimidantes. Un nuevo estudio de “fijación facial” 1 dirigido por Nicolás Davidenko, catedrático de psicología en la Universidad de California, Santa Cruz, refuerza considerablemente nuestros conocimientos. “Mirar a los ojos te permite reunir mucha más información” dice Davidenko. “Esto es  realmente una ventaja.” 

Por el contrario, ser incapaz de hacer contacto visual, tiene efectos causales. “Afecta tus habilidades de procesamiento facial y te pone en una verdadera desventaja social.” Las personas que son renuentes a hacer contacto visual, también pueden ser percibidas erróneamente, como desinteresadas, distraídas o distantes.” Señala Davidenko.

Los científicos por décadas han sabido que, desde la perspectiva de espectador, cuando miramos una cara tendemos a enfocarnos más  en el lado izquierdo del rostro que estamos viendo. Este fenómeno se llama “el sesgo de mirada izquierda,” y se cree que  está enraizado en el cerebro, cuyo hemisferio derecho domina la tarea de procesamiento facial.

Los investigadores también saben que pasamos un mal momento cuando leemos una cara que está invertida, es como si nuestros circuitos neuronales, se revolvieran  y tuviéramos el desafío de  comprender la información más básica. Poco se sabe sobre el punto medio, cómo tomamos las caras que rotadas o ligeramente inclinadas.

Contemplamos los rostros de manera integral, todo de una sola vez, no tomando características por separado, pero nadie había estudiado desde donde miramos los giradas”, dice Davidenko.

Este investigador utilizo la tecnología de rastreo ocular para obtener resultado, lo que encontró le sorprendió: El sesgo de mirada izquierda se desvaneció por completo y surgió un “sesgo del ojo superior” emergió, incluso con una inclinación tan pequeña como 11 grados fuera del centro.

“Las personas tienden a mirar primero el ojo que está más arriba”, dijo. “Una ligera inclinación suprime  el sesgo de la mirada izquierda que ha sido conocido durante mucho tiempo. Eso es lo que es tan interesante y quedé sorprendido por lo poderoso que era”. El efecto es más fuerte cuando la rotación es de 45 grados. El sesgo del ojo superior es mucho más débil con una rotación de 90 grados. “Noventa grados es demasiado raro”, dijo Davidenko. “La gente no sabe dónde mirar, y cambia su comportamiento totalmente”

Davidenko está dispuesto a explorar dos aspectos de estos hallazgos: si las personas con autismo se sienten más cómodas con imágenes de rostros inclinados, y si las inclinaciones ayudan a facilitar la comprensión de los mensajes sociales  durante una conversación.

Los hallazgos también serán valiosos para las personas con ambliopía u “ojo vago” el cual puede ser desconcertante para los demás. En la conversación, pueden querer inclinar la cabeza, de manera que su ojo dominante este arriba, esto es propio de nuestra tendencia natural a fijar nuestra mirada en ese ojo“.

Los hallazgos de Davidenko aparecen en la última edición de la revista Perception, en un artículo titulado “El sesgo del ojo superior: Los rostros inclinados atraen  fijaciones en la parte superior”. Sus coautores son Hema Kopalle, un estudiante graduado en el Departamento de Neurociencias en la UC San Diego que era un investigador de pregrado en el proyecto, y el fallecido Bruce Bridgeman, profesor emérito de psicología en la UCSC.



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